Nuestra hija menor y yo estuvimos en una de esas tiendecitas hace unos años y admiré un gran espejo de conchas marinas sobre la chimenea, todo de conchas blancas. Un mero precio de 1000 dólares.
Podría hacerlo, me dije.
Mi chico trae a casa cosas que encuentra cuando sale. Algunas son bastante buenas. Algunas son de mal gusto. Algunas no llegan a cruzar nuestro umbral. Pero nunca se sabe qué tesoros puede encontrar.
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