Con la visita de la ventisca Jonas el pasado fin de semana, ya estoy harta del invierno. Supongo que la idea de que nuestra terraza esté más fría que nuestra nevera no me gusta. Me hace sentir como una verdura puesta en hielo para que se mantenga crujiente hasta que se sirva. Pero como el invierno quiere quedarse, parece que me quedan dos opciones: - Comportarme como un cavernícola y gritarle al invierno que se vaya. - Actuar con normalidad e ignorarlo. Si el invierno sigue queriendo ponerse cómodo, entonces simplemente dar a entender que ya no se le quiere cambiando la decoración de la casa por la de primavera. Yo he optado por lo segundo y he empezado a coquetear con la primavera. Todavía no he hecho mucho, pero sí lo suficiente como para recordar el cálido clima primaveral: bolas de musgo y topiarios.